La respiración profunda es el pilar de la práctica del yoga.
Al aprender a respirar correctamente obtenemos una mejor calidad de vida con la oxigenación que se da a nivel celular, además de disminuir las tensiones y el estrés.
Con esta respiración vamos a trabajar concientemente sobre los músculos respiratorios induciendo a los pulmones a trabajar en forma completa.
Lo más adecuado para incorporar esta respiración es practicarla acostados con las piernas flexionadas o sentados con la espalda bien erguida.
Esta respiración consta de tres fases:
Respiración abdominal: comenzamos a inhalar y al mismo tiempo percibimos como nuestro abdomen se llena de aire; en esta estapa llenamos la base de los pulmones.
Respiración tóracica: seguimos inhalando a medida que el aire sube ocupando la parte media de los pulmones; percibimos como las costillas se elevan con suavidad y se expanden hacia los costados del cuerpo.
Respiración clavicular: por último el aire llega a la parte alta de los pulmones, las clavículas se elevan a medida que el aire entra.
Recordemos que la inhalación es profunda y continua, debemos realizarla sin forzar la entrada del aire.
La exhalación se produce en forma natural comenzando también desde la base de los pulmones.
Esta respiración desarrolla y fortifica todo el aparato respiratorio, oxigena la sangre, revitaliza el sistema nervioso, produce un masaje intenso sobre el estómago, riñones, vesícula, páncreas, bazo e hígado.
Mientras realizamos nuestra práctica podemos visualizar que durante la inhalación atraemos hacia nosotros minúsculas partículas de luz que recorren y energizan nuestro cuerpo físico, espiritual y mental, durante la exhalación nos liberamos de todas las impurezas, trabas, enfermedades para que se instale la armonía y la salud.
Durante las primeras semanas de práctica debemos realizar tres respiraciones completas, más adelante podemos realizar hasta siete respiraciones.
Namasté!