En este tiempo donde la práctica de yoga está más vigente que nunca muchas veces escuchamos que hacer yoga transforma nuestras vidas.

Me detuve un momento a mirar bien que nos iba pasando a todos los que practicamos yoga y descubrí que lo primero que surgía en cada uno era valentía, porque convengamos que hay que ser muy valiente para pararse frente a la colchoneta en cada clase y descubrir todo ese mundo maravilloso pero a la vez desafiante.

Y remarco ésto porque una y otra vez esa valentía se presenta cuando decidimos ser nosotros mismos aceptándonos con nuestras debilidades y fortalezas y transitando con amor cada asana, pensamiento y respiración.

Recuerdo el terror y las excusas que ponía en mis primeros tiempos para no hacer las posturas invertidas, hasta que me di cuenta que podía ver el mundo desde otra perspectiva y así podía por un momento soltar el control, que siempre es ilusorio por supuesto.

Más allá de todas las cosas que se nos presentan, podemos ver que el yoga no nos convierte en personas diferentes, sino en mejores versiones de nosotros mismos, hace florecer esos seres bellos y amorosos que somos, que por diversas circunstancias permanecen ocultos en lo profundo de nuestro corazón. Y por suerte resulta inevitable que a medida que nuestro cuerpo y nuestra mente se abren, aquietan y fortalecen, esa transformación se hace palpable en nuestra forma de relacionarnos con el mundo.

Empezamos a ser más atentos, amables, compasivos, como le digo siempre a mis alumnos, cada uno pone lo mejor en cada clase para el sostén del conjunto.

Muchos que no te ven durante un tiempo te dicen cosas como, «que bien te ves» o «cuánta paz irradiás» todos beneficios de la práctica que suceden sin buscarlos.

Creo que lo más transformador es que nos pone en contacto inmediato con nuestra propia luz, inmensa, profunda, esa luz que reconocemos en el que se encuentra practicando en la colchoneta pegada a la nuestra, que al principio parece separado y que con el tiempo vamos reconociendo como el mismo Ser, en otro cuerpo y transitando otras experiencias.

Y ahí mismo recreamos el mundo invisible en esta realidad reencontrándonos en Yoga.

Om Shanti!